lunes, 6 de abril de 2009

LA VISIÓN DEL GRECO. POR: Isaac Perdomo.



La iglesia de Santo Domingo el antiguo, contrato los servicios del pintor Doménikos Theotokópoulos más conocido como el Griego, era la oportunidad exacta para viajar a España y hacerse conocer en la corte de dicho país, esa misma tarde en la que recibe la correspondencia empaca sus maletas y decide echar rumbo.
La iglesia de Santo Domingo estaba compuesta por un monasterio, cuyo monasterio tenía una de las bibliotecas más importantes del país, el Griego como gran erudito se fascino tan semejante maravilla, el primer día que fue recibido no descanso de su largo viaje sino que pidió permiso para escrutiñar la biblioteca, a él le interesaba buscar información sobre las plantas de poder, ya que unos años atrás en Italia había estudiado varios libros sobre experimentaciones místicas pero no le eran suficiente pues no aclaraban pasos exactos para estas experimentaciones ya que los eruditos contemporáneos por cuestiones de censura no remitían al lector a una practica sino mas bien a una especulación, esta practicas eran catalogadas como herejías y la sentencia a la inquisición. Greco sabía que los mismos que censuraban este conocimiento eran el mismo poder eclesiástico y por tal, poseían los antiguos textos griegos y medievales que indudablemente se encontraban en estas bibliotecas monásticas.
Pasaron varias semanas, después de las duras sesiones en las que le dedicaba a sus retablos para la iglesia, no se dirigía a sus aposentos a descansar sin antes haber ido a la biblioteca, encontró algunas recopilaciones de textos antiguos pero que no satisfacían su curiosidad, el bibliotecario, un hombre gordo y cachetirosado se dio cuenta de los libros que Griego formulaba, este hombre tenía un gran respeto a este pintor reconocido, admiraba su estilo pictórico, no dudo ningún instante en acercársele al maestro.
-Disculpe mi señor por interrumpir sus estudios –le dice el bibliotecario un poco apenado –Tranquilo, creo que ya no estaba poniéndole mucha atención a lo que leía, eso quiere decir que estoy un poco cansado pero sería muy bueno conversar con alguien que conoce muy bien esta biblioteca. –Gracias mi señor –le sonríe el bibliotecario con un poco de torpeza, típico de un hombre tímido. – Veo que está estudiando usted las plantas de poder. –Si un poco pero la verdad no veo mucha información que me pueda ayudar. –Y por qué le interesa al respecto. –Quiero hablar con Dios personalmente. –Y para qué, no le basta con la oración? –Quiero saber visualmente la verdad para representarla, alguna vez sólo experimente algunas clases de hongos y me llevaron a lo que actualmente puedo plasmar en la tela pero creo que no es suficiente, según los datos que he recogido, existen una gran cantidad en los valles del norte pero necesito saber cuales son para no llegar a tomar las malditas. –Sí, las del diablo, entiendo lo que me dices, soy un gran admirador de sus pinturas y veo que tienes un estilo dotado por la divinidad, tuviste contacto con el mundo que hay después del espejo por eso pintas así, ya lo sabía, yo también he tenido experiencias con algunas plantas provenientes de los valles del norte, sé dónde se pueden encontrar, una vez un anciano me dijo que la única planta de poder que es con las que están adornadas el altar de la divinidad, se consiguen en las montañas de Gespach, más allá de los valles, es un lugar donde reina las tinieblas y protegida por los guardias elementales. –Los guardias elementales? –Fuerzas oscuras de la naturaleza, cuidan el bosque para que los humanos no entren por la gran planta de la divinidad, dicen los antiguos mitos medievales que aquel que pruebe de esta planta tendrá el poder de entrar y salir de los dos mundos en que se divide el cosmos –el Griego sonríe, se toca su barbilla, se levanta de su silla y observa por la ventana como desaparecen los últimos rayos de luz del día. –sabe qué, se imagina si llegara a probar esta gran planta de la divinidad –le dice el Griego al bibliotecario -podría representar este mundo con ojos del más allá, podría observar las cosas tal como las observaría Dios, dime, existe algún mapa que me conduzca a la montaña de Gespach? –en ese momento una gran nube gris cubre los cielos y un relámpago se deja escuchar, el bibliotecario se echa la bendición. –Lo siento señor, debo cerrar la biblioteca.
Al otro día en horas de descanso, el bibliotecario observaba a Griego como trabaja en los retablos de la iglesia, él pensaba que alguien que quisiera observar la cosas como las observa Dios para enseñar la palabra divina debía por derecho divino obtener ese don, aunque pensara de todas maneras que Griego por ser terrenal, era pecador y podría tener otros intereses egoístas, aunque el bibliotecario rechazaba pensar así de él, lo admiraba demasiado, creía que su pintura era el producto de como veía un santo, los del más allá no ven como los pecadores, pensaba el bibliotecario. Saca dentro de su túnica un pergamino enrollado, lo desenrolla, es el mapa, lo observa rápidamente volviendo a enrollarlo y va directo hacia Griego. –Señor, señor, permítame un momento para hablar con usted –el Griego sin pensarlo baja de los andamias como si esperara una buena noticia. –Hola buen hombre, disculpa, ayer no te pregunte tu nombre. –Tranquilo mi señor, puede llamarme Alfredo. –Bien Alfredo qué te trae por aquí, acaso no debes estar en la biblioteca? –No señor, me encuentro en horas de descanso, e igual que usted que me imagino no se ha dado cuenta –Griego se toca la cabeza. –Que tonto soy, cuando pinto olvido la noción del tiempo. –Recuerde mi señor que al otro lado del espejo no hay tiempo. –Claro Alfredo, por eso el arte y el conocimiento hace parte del don que nos proporciona Dios. –Si señor, indudablemente, sólo venía a traerle esto –le muestra el pergamino, Griego lo desenrolla, le sale una breve sonrisa iluminándosele su rostro como todo aquel que ha experimentado la iluminación. -Lo saqué de las bóvedas de los libros prohibidos. –Libros prohibidos? –le pregunta Griego con tono de curiosidad –el bibliotecario se frota la nariz. –Son libros que no deben ser leídos, sino solamente por los viejos sacerdotes, por eso los tienen bajo llave, puedo tener acceso a ellos pero la verdad sería una deshonra con mi comunidad franciscana si llegara a estudiarlos, y la verdad no lo deseo, hasta que tenga la suficiente preparación espiritual, por el momento no. –Entiendo Alfredo, estas en todo tu derecho, pero esto que me has traído es maravilloso, porqué lo has hecho, a propósito anoche cuando tronó, te vi asustado, por un momento pensé que habías mal interpretado mis intenciones por lo de la tormenta. -No lo dude que así lo pensé mi señor, pero he aprendido que Dios no expresa su ira con tormentas, al contrario, Dios puede manifestar su alegría también de ese modo.
El Griego termina su trabajo de la trinidad dos años después, encarga su alma a Dios para ascender las montañas de Gespach, Alfredo le había obsequiado a demás del mapa unos textos sobre las plantas divinas que habitan en esas tierras, algunos instrumentos necesarios para su expedición como una brújula, un machete, una navaja, tabaco, un cuaderno para sus apuntes, una lámpara de mezquita portátil y unos cuantos panes para el camino. Griego parte un dieciséis de abril del año mil quinientos setenta y nueve a las tres de la mañana.
Tres años y medio después, Alfredo recibe una carta de su amigo el Griego:
“Muy complacido en saludarte, en todo este transcurso de tiempo he orado por ti, espero que estés bien y sé que Dios ha escuchado mis plegarias, también tenía ansiedad de llegar pronto de mi expedición para escribir esta carta y hacerte enterar de mi fracaso pero a la vez mi triunfo, cuando salí de Toledo me demoré cinco meses a caballo para llegar a los valles del norte, por el camino gracias a los textos que me proporcionaste sobre botánica y micología, halle algunas clases de talofitas, hice algunas pruebas pero no encontraba visual y perceptivamente lo que buscaba, ascendí más allá, a una de las montañas de Gespach, hubo tormentas, mi caballo enfermo porque se fracturo una pata, tuve que sacrificarlo y aun así seguí mi largo camino a pie, en un momento estaba perdiendo mis esperanzas de hallar la gran planta, según las descripciones que me diste; en un punto el camino era casi intransitable, derrumbes, temí por mi vida, me encomendé a Dios porque él sabe que mi propósito es divino, rete a los guardianes elementales en una de mis experimentaciones con oronjas verdes, ellos se convencieron que mis intenciones no eran maléficas y dejaron que prosiguiera en mi búsqueda. Una noche con los ánimos disminuidos, débil, ya que las reservas habían acabado, comí algunas plantas y raíces para calmar el hambre, en ese momento vi a lo largo de un pequeño arroyo una hermosa planta, tomé con afán los textos y para mi sorpresa tenía las mismas características de la gran planta a excepción que en las ilustración poseían unos pequeños frutos verdiazules, empecé a leer con cuidado las instrucciones y más adelante en el texto había encontrado que estos frutos salían en primavera, estamos en otoño, pero el poder estaba en toda su composición, desde sus raíces hasta las hojas, las tomé y dure en trance místico probablemente una semana. En está semana mi querido amigo comprobé que la fuerza de Dios es también la equivalencia de la fuerza del mal, Dios es muy selectivo es sus elecciones terrenales ya que nosotros como humanos estamos destinados al pecado, así creamos que estamos limpios y puros, Dios no me escogió por sus obvias razones divinas, tal vez ese trueno si era un llamado de ira de Dios, porque él veía que yo quería acceder a algo en que no estoy ni estaré nunca preparado para asimilar, él me mostró las probabilidades y yo no las pude comprender, me dijo que me mostraría cómo era el mundo divino y sólo vi distorsión, caos, las formas tomaron aspectos amorfos, los colores se individualizaron, todo era confusión, tuve miedo y quise salir rápido de allí pero cada vez que me preocupaba por el tiempo más éste me atormentaba, cuado volví a la realidad terrenal comprendí que no podía representar esa realidad, caería en la incomprensión de los terrenos, creerían que he sido poseído por demonios y mi vida correría peligro ante la inquisición, aun no es el tiempo de esta representación, Dios me a mostrado un simple y pequeño estado divino y debo guardar este secreto, pero mi comienzo está bien, siempre y cuando represente en mi obra una minuciosa alteración de lo que va llegar a ser el arte algún día, los días que san Juan nos describió como los días finales de la humanidad y la llegada de nuestro salvador.
Actualmente me encuentro en el monasterio de san Lorenzo de el Escorial, he mandado una gran pintura al rey Felipe II, con fe, tal vez quede seleccionado para realizar el gran mural que se piensa hacer en lo que falta de la construcción de este bello monasterio, sino es así volveré a Toledo, compraré una casa a las afueras de la ciudad para dedicarme de lleno a alimentar mi curiosidad erudita, el estudio. Eres bienvenido amigo mío, con un abrazo muy especial se despide tu servidor Doménikos Theotokópoulos”.